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La legalidad de la Orden 66

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Por Pablo Segura

La Orden 66 tuvo lugar al final de las Guerras Clon, en la que los clones del Gran Ejército de la República se volvieron en contra de sus comandantes Jedi y los ejecutaron, destruyendo de este modo a la Orden Jedi.

Fue consecuencia de una compleja conspiración diseñada por el Canciller Supremo Palpatine, quien en realidad era el Lord Sith Darth Sidious, y cuyo objetivo era hacerse con el poder absoluto de la República Galáctica.

 

La Orden 66 era una de las ciento cincuenta instrucciones secretas con las que fueron adiestrados los soldados clones desde su creación. En efecto, es el conde Dooku, bajo las órdenes de Palpatine, el que proporciona a los clonadores un bio-chip que contenía el Protocolo Clon 66 que, cuando fuese activado, aseguraría la total obediencia de los clones.

 

 

Palpatine entonces generó el conflicto que desembocó en las Guerras Clon, que luego utilizó como excusa para conseguir del Senado poderes especiales.

 

Al mismo tiempo, acrecentó su imagen personal y diezmó la de los Jedi, desgastados por la guerra y diseminados por los recónditos lugares de la galaxia al frente de las tropas, que más adelante se volverían contra ellos.

 

Cuando las condiciones estuvieron dadas, Palapatine sólo necesitó, con voz tenebrosa, anunciar: “Ejecuten la orden 66” para desencadenar de manera ejecutiva, sincronizada y con inusitada eficacia la eliminación casi completa de la Orden Jedi.
Lo que se intentará analizar aquí es la legalidad de la Orden 66.
1. El sistema de gobierno de la República Galáctica
La República Galáctica es una democracia parlamentaria. Ello puede inferirse de la relación que existe entre el Senado, que está conformado por los representantes de los sistemas que integran la República (el cuerpo parlamentario), y el Canciller Supremo (el jefe de Gobierno).
La relación entre ambos, como en todo sistema parlamentario, se encuentra marcada por la existencia de mecanismos recíprocos de control entre el poder ejecutivo y el poder legislativo (disolución de parlamento y censura al gobierno como máximos exponentes).
Además, hay indicios de que la legitimidad directa de la soberanía recae en el Senado, que es el que elige al Canciller Supremo.
Doctrinariamente, se reconocen como características básicas de todo régimen Parlamentario o con tendencia parlamentaria a las siguientes:
a) un Ejecutivo en el que coexisten, en primer término, un jefe de Estado y un jefe de Gobierno.
b) una marcada dependencia entre los órganos ejecutivo y legislativo.
c) un Parlamento,  que es el sustento de la labor gubernamental.
Entonces, es la relación de dependencia entre el Canciller Palpatine y el Senado la que nos da la pauta de que nos encontramos frente a algún tipo de parlamentarismo. En este marco, entonces, es que se analizará la legitimidad de la Orden 66.
2. Los poderes de guerra
En la inmensa mayoría de las constituciones actuales, la facultad de declarar la guerra la tiene el Poder Ejecutivo, con la autorización expresa del Congreso.
Tal es el caso de la Constitución argentina: “Artículo 75.- Corresponde al Congreso: (…) 25. Autorizar al Poder Ejecutivo para declarar la guerra o hacer la paz.”; la Constitución Política de la República Federativa del Brasil “Art. 49. É da competência exclusiva do Congresso Nacional: (…) II – autorizar o Presidente da República a declarar guerra(…)”; de la Constitución Política de la República de Chile: “Artículo 32.- Son atribuciones especiales del Presidente de la República: 19º.- Declarar la guerra, previa autorización por ley, debiendo dejar constancia de haber oído al Consejo de Seguridad Nacional.”; o la Constitución Política de la República Oriental del Uruguay “Artículo 85.- A la Asamblea General compete:7º) Decretar la guerra y aprobar o reprobar por mayoría absoluta de votos del total de componentes de cada Cámara, los tratados de paz, alianza, comercio y las convenciones o contratos de cualquier naturaleza que celebre el Poder Ejecutivo con potencias extranjeras”; sólo por citar algunos ejemplos.
Podemos válidamente inferir que, en el caso de la República Galáctica, el sistema es similar, y es el Senado quien detenta la facultad de autorizar un estado de guerra como expresión de su soberanía.
En este aspecto, la Orden 66 literalmente la declara la guerra a la Orden Jedi, y se llevó a cabo sin autorización del Senado.
Como se desarrolló previamente, la Orden 66 fue concebida como parte de la conspiración Sith para gobernar la galaxia, y fue incorporada secretamente al adiestramiento de los clones que luego conformarían el ejército de la República.
Mal pudo el Senado autorizar una orden que desconocía.
3. La Orden 66 como delito de lesa humanidad
El genocidio es un delito de lesa humanidad que comprende “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal. Estos actos comprenden la matanza y lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.
La ejecución de la Orden 66 marcó la destrucción de la Orden Jedi. El propio Palpatine declaró ante el Senado Galáctico: “¡A partir de hoy, todo Jedi será perseguido, arrestado y defenestrado!”.
Sólo un puñado de Jedis sobrevivieron a la matanza, pero es claro que logró su cometido de eliminar a la Orden Jedi como grupo de poder, y que para lograrlo se recurrió al exterminio de la casi totalidad de sus miembros, configurándose así en una de las definiciones de genocidio.
La Orden 66, al disponer que se lleve a cabo un delito de lesa humanidad, jamás habría podido ser considerada el ejercicio de una facultad legítima.
4. El legado de la Orden 66
“Un joven Jedi llamado Darth Vader, que fue mi pupilo hasta que se hizo malvado, ayudó al Imperio a perseguir y destruir a los Caballeros Jedi… Ahora los Jedi están casi extintos”. Así describió Obi-Wan Kenobi a un joven Luke Skywalker la caída de los caballeros Jedi.
Sin la Orden Jedi que se le opusiera, Palpatine logró transformar la República en un Imperio Galáctico, declarándose asimismo emperador. Durante casi 20 años ejerció su poder de forma absoluta, hasta que uno de los sobrevivientes a la Purga Jedi, Obi-Wan Kenobi, salía de su exilio para entrenar al hijo de su antiguo Padawan.
Lo que sigue es historia conocida.